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El país más peligroso para ejercer el periodismo

01 Jul 2016
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Manuel de Santiago Freda*

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Fragmento

Terrible, sólo así se puede describir el asesinato de las periodistas mexicanas Ana María Marcela Yarce Viveros y Rocío González Trápaga, ocurrido el pasado 1 de septiembre en el Distrito Federal. Ahora sus nombres engrosan uno de los trágicos recuentos que forman parte del paisaje cotidiano del país azteca desde hace algunos años: el de los periodistas muertos. En lo que va de 2011 han sido asesinados 8 informadores, que se suman a los 74 desde el 2000, aquel año en que muchos creyeron que la transición democrática se haría realidad en México.

Marcela Yarce se desempeñaba como directora de relaciones públicas de la revista Contralínea, que dirige Miguel Badillo y que se ha destacado por sus investigaciones de tramas de corrupción en el gobierno y con particulares. Todo ello le ha granjeado no pocas enemistades. Desde hace algunos años la publicación ha sufrido un acoso judicial permanente e incluso el asalto de sus instalaciones. Rocío González Trápaga, quien había sido reportera de la cadena Televisa, trabajaba de manera independiente. Ambas estaban involucradas en un proyecto editorial que vería la luz pronto.

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